Las hemos visto en películas, hemos leído libros
donde aparecen, pero ¿hubo realmente mujeres piratas?
En este post vamos a encontrar algunas.
Piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros… Estas son las denominaciones
con las que se conoce a aquellos que surcan los mares en busca de botines
ajenos. Por ello, comenzaremos aprendiendo un poco de terminología.
La denominación bucanero procede de la palabra arawak bukan, vocablo indígena de las
Antillas que designaba tanto la acción como el lugar donde se secaban las tiras
de carne ahumada procedente de los rebaños de ganado llevados por los españoles,
abandonados y que se reproducían en libertad.
La palabra filibustero tiene su origen en el término holandés vrijbuiter, captores de botín, que en
inglés pasó a ser freebooter y en
francés filibustier. Designaba a los
piratas de las Antillas.
Ambas denominaciones tiene un carácter local o temporal, al igual que
otras como tangomango o pichilingue en la América española.
Dos son los términos más usados que han permanecido en la historia:
corsario y pirata.
Corsario deriva del latín cursus, carrera, o directamente del
italiano corso, pero no hace
referencia al habitante de Córcega, sino al que “corre la mar”. Los corsarios
eran aquellos que tenían la “patente de corso”, es decir, un permiso de las
autoridades para ejercer el asalto marítimo contra los enemigos y una especie
de acuerdo para no atacar a los amigos.
El término pirata proviene del griego: bien del verbo peireo, que significa probar fortuna y
atacar; o bien de la palabra peiratés,
bandido y, por ende, pirata. Este es el término más genérico, el utilizado para
designar a aquellos bandidos marinos que atacaban sin licencia y sin permiso de
autoridad alguna, empleado a partir del siglo XVII. Con anterioridad, para referirse
a los que atacaban sin patente de corso, se decía que “iban a toda ropa” o que “armaba
sin licencia”.
Son muchos los hombres conocidos por ejercer el noble oficio de la
piratería: Henry Avery, conocido como Ben el Largo; Francis Drake; William Kidd;
Henry Morgan, con patente de corso; Jean David Nau, el Olonés; John Rackham,
conocido como Calico Jack; Walter Raleigh, fundador de Virginia; Bartholomew Roberts;
o Edward Teach, el famoso Barbanegra, entre otros.
No son tan conocidas, sin embargo, algunas mujeres que también
participaron en estas correrías. ¿Qué interés las movía? Seguramente la independencia,
la libertad o la fortuna propia que no podían conseguir en tierra firme. La
condición social de la que provenían era variada: proletarias, campesinas
expropiadas, delincuentes comunes, prostitutas, sirvientas, ex cautivas, ex
esclavas; simples aventureras; exiliadas, perseguidas, renegadas, herejes;
burguesas, nobles venidas a menos, princesas o reinas. Mujeres de toda
condición social y en toda época.
Las piratas en el cine: Anne (Jean Peters) en “La mujer pirata” (Jacques
Tourneur, 1951). Fuente:
http://www.fotogramas.es
Hagamos un breve repaso por la historia.
En el siglo V a.C., Herodoto hace referencia a la reina y corsaria
Artemisa I de Halicarnaso, aliada con Jerjes II en Salamina para luchar contra
los griegos. Este rey dijo de ella que era el mejor de sus capitanes. Artemisa
utilizaba estandartes griegos o persas en función de sus intereses.
En el siglo IV a.C. Artemisa II de Halicarnaso, que mandó construir el Mausoleo
de Halicarnaso, una de las Siete Maravillas de la antigüedad, fue conocida por
emplear tácticas propias de la piratería para luchar contra sus enemigos.
Ya en el siglo III a.C. uno de los más famosos piratas ilirios (pueblo
indoeuropeo establecido en la costa oriental del mar Adriático) fue una mujer,
Teuta, viuda del rey Argón, cuyo reino se extendía desde Split hasta Epiro. Organizó
excelentemente sus recursos contra otros piratas ilirios y contra los ítalos y griegos,
conquistando la isla de Corfú.
En el siglo I de nuestra era, se conoce a Alvilda, princesa guerrera
sueca, aunque de dudosa existencia. Alvilda huyó de su casa para no tener que
casarse con un príncipe danés y se puso al mando de una tripulación de mujeres
y hombres junto con su hermana, dedicándose al abordaje de barcos y poblaciones
costeras de Dinamarca.
Durante toda la Edad Media hubo mujeres piratas entra los croatas,
dálmatas y vénetos del Adriático, así como en el mundo vikingo. Sabemos de las
noruegas Rusla y Aasa del siglo IX; la sueca Sigrid, siglo X; la islandesa
Freydis, hija del famoso vikingo Erik el Rojo, en el siglo XI; la germana
Foelke, del siglo XIV; o las francesas Jeanne de Montfort, hija de un conde
francés, y Jeanne Clisson, también del siglo XIV.
Entrados ya en la Edad Moderna, tenemos a Sidá al-Hurra, sultana y pirata
bereber que actuaba en el mar Mediterráneo durante el siglo XVI.
En Inglaterra, entre los siglos XVI y XVII, tenemos a la familia de los
Killigrew, encabezada por Lady Mary Killigrew. Esta dama ocultaba los botines de los
piratas y ordenaba asaltar los barcos cuando se aproximaban a la costa. Su
hijo, Sir John, y la esposa de ésta, Elizabeth, también siguieron con el
negocio familiar, amparados por la reina Isabel I de Inglaterra.
La irlandesa Grace O’Malley pertenecía a la pequeña nobleza y era
antiinglesa. Nació en 1530; hablaba gaélico; era oficialmente cristiana aunque nunca
olvidó los ritos druídicos. Participaba en las luchas de clanes y familias
irlandesas y era una experta marinera. Entre 1550 y 1600 fue un auténtica
pirata brutal y sin escrúpulos. Poseía una flota con la que atacaba poblaciones
inglesas e irlandesas y asaltaba barcos turcos y españoles. Llegó a un acuerdo
con la reina Isabel I de Inglaterra y se convirtieron en aliadas.
Grace O’Malley. Fuente: http://commons.wikimedia.org
En el siglo XVII también tenemos a la francesa Judith Armande Préjoly; se
dice que fue ahijada del cardenal Richelieu y hereje. Fue capturada junto al
resto de la tripulación pirata. También francesas fueron Marie Anne Dieu le
Veut, Charlotte de Berry y la marquesa de Fresne.
Pero, sin lugar a dudas son estas dos mujeres las más conocidas: Anne
Bonny y Mary Read, ya entrando en el siglo XVIII.
Anne Bonny era hija de natural de un abogado irlandés con una criada, que
la llevó a Carolina del Sur, EE.UU, cuando tuvo que abandonar el país por el escándalo
producido. A los dieciséis años se casó con un modesto marinero y se fueron a
buscar fortuna a las Bahamas. Allí regentaba una taberna en Nassau frecuentada
por un célebre pirata conocido como Calico Jack. Convertida en su amante se
integró en su barco camuflándose como hombre.
Anne Bonny. Fuente: http://commons.wikimedia.org
Mary Read era inglesa, también hija natural, y siempre vistió como un
varón. Se alistó en el ejército inglés y luego en una unidad holandesa, sin
revelar su sexo. Más tarde se uniría a la tripulación de Calico Jack, cuando
éste asaltó el barco en el que navegaba.
Ambas mujeres vestían de
hombre, se comportaban como tal, jurando y blasfemando, y entraban en combate con
el mismo arrojo. Fueron capturadas en 1720 por “participar en bandas piratas y
combates”, pero se libraron de la horca por estar embarazas.
Otras mujeres del siglo
XVIII fueron Mary Lindsey, Mary Harvey, Rachel Wall y Margaret Jordan.
En el siglo XIX, la
piratería desapareció en Europa pero siguió en Latinoamérica, donde tenemos a María
Cruz, negrera lisboeta, y Vanda, la compañera rusa del ex cura y pirata colombiano
Domingo Muñoz.
Si nos vamos a oriente,
Japón y China, también entre las tripulaciones había mujeres piratas.
Una de ellas fue Ching
Shih (1785-1844). Violenta, inteligente y manipuladora pirata cantonesa, a la
muerte de su marido Zheng Yi, amplió y comandó una flota de unos 1.800 barcos y
más de 70.000 personas. Atacaba poblaciones de la costa china de Cantón, barcos
de cualquier bandera, incluso enfrentándose a la flota imperial china. Prohibía
el maltrato y la violación de las mujeres. Hacia 1810, el emperador le otorgó
el perdón.
Bibliografía:
Piratas, entre la leyenda y la historia. Muy Historia, número 12.
Martínez García, Óscar.
Piratas en el Caribe. Historia National Geographic número 26.
Lara Martínez, María.
Piratas. La edad de oro de los filibusteros.
Historia National Geographic número 62.
Recomendaciones:
Un par de películas:
El capitán Kidd, de Rowland V.Lee, 1945.
La mujer pirata, de
Jacques Tourneur, 1951.
Y, cómo no, La canción del pirata de José de Espronceda:
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