Por Carmen Lacasa Esteban.
Desde pequeña siempre había escuchado en casa a mi madre, y
al resto de mi familia materna, decir aquello de “es más feo que la bicha de
Balazote” y, si soy sincera, no sabía a ciencia cierta a qué se referían.
Cuando crecí y estudié un poco descubrí que la tal “bicha” es una de las piezas
escultóricas más importantes de la cultura ibérica, a la que tuve el enorme
placer de conocer hace poco en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid, el
MAN.
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Datada entre finales del siglo siglo VI a.C. y principios del siglo V a.C., su finalidad era, seguramente, la de proteger y guardar un monumento funerario, del que formaría parte. El nombre con el que es conocida, “bicha” es una castellanización del francés biche, que significa cierva, ya que los primeros arqueólogos que la estudiaron fueron franceses y la identificaron como tal.
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Datada entre finales del siglo siglo VI a.C. y principios del siglo V a.C., su finalidad era, seguramente, la de proteger y guardar un monumento funerario, del que formaría parte. El nombre con el que es conocida, “bicha” es una castellanización del francés biche, que significa cierva, ya que los primeros arqueólogos que la estudiaron fueron franceses y la identificaron como tal.
Fuente: © Carmen Lacasa Esteban
Sin casi detalles del descubrimiento de esta escultura, se
sabe que se encontró en el paraje de los Majuelos, cerca del casco urbano de la
población, que fue donada en un principio a la Comisión Provincial de
Monumentos de Albacete y que en el año 1910 pasó a ser una pieza del Museo
Arqueológico Nacional, donde se exhibe en la actualidad.
Excavaciones posteriores en la misma zona descubrieron un túmulo
(1) ibérico, al que probablemente pertenecería esta escultura. Al no
tener referencias del hallazgo de esta figura en su entorno, no se puede
determinar la ubicación exacta en el túmulo, pero sí se pueden verificar
ciertos aspectos, como que su parte posterior estaría adosada al edificio, y
que sobresaldría la parte anterior, la correspondiente a los cuartos
delanteros. Esto se deduce del diferente tipo de ejecución de la obra: la parte
delantera está realizada como bulto redondo (2), mientras que la
trasera está realizada como altorrelieve (3).
Algo similar a como debió estar también ubicada la Esfinge
del Salobral, de la que se ajunta la siguiente imagen:
Fuente: Museo Arqueológico Nacional. Fotografía: © Carmen
Lacasa Esteban
En cuanto a su descripción física no es una cierva como se
pensó inicialmente, sino un toro androcéfalo, es decir un toro con cabeza
humana, que está recostado y tiene la cola enroscada sobre los cuartos
traseros. El material sobre el que se realizó es piedra caliza. La cabeza no
mira al frente, sino que está vuelta, y representa a un hombre con cabellos
largos y flequillo, barba y bigote. Destacan los pómulos prominentes, la boca
pequeña y los ojos grandes, que marcan los párpados y los lacrimales. Debió
tener cuernos de toro, pero tan solo se conservan los arranques, debajo de los
cuales están las orejas. El cuerpo se identifica como el de un bóvido por las
pezuñas, el marcado hueso de la cadera y la cola.
En cuanto al estilo, se trata de arte ibérico, con influencia griega impregnada de sustrato
oriental (4), siendo identificado iconográficamente con la
representación de Aqueloo, una divinidad griega de carácter fluvial.
Fuente: Santiago Relanzón, catálogo del Museo
Arqueológico Nacional
En la mitología griega, los toros androcéfalos
personificaban a Aqueloo, que era el dios del río del mismo nombre que
desembocaba en el mar Jónico por Ítaca. Era hijo de los dioses Océano y Gea (o
Tetis, la tierra) y considerado dios del río y gobernante de todos los peces y
tritones que lo habitaban. Transformado en toro, luchó contra Hércules por el
amor de Deianira, perdiendo un cuerno; de este cuerno brotó agua y las ninfas
lo convirtieron en el cuerno de la abundancia, colmándolo de frutas y flores.
En mitologías más orientales, los toros con cabeza de hombre
aparecen como genios vigilantes en las puertas de los palacios y en Etruria (5)
las representaciones de Aqueloo se asocian a la función de guardianes de
tumbas. Es esta función la más probable en este caso, la de ahuyentar las influencias maléficas de los
muertos, lo que puede explicar su pose vigilante. La forma híbrida los
convertía en seres ambiguos, de este mundo o del más allá, e inspiraban
respeto.
La Bicha de Balazote, así como el resto de esculturas de
esta época, es una muestra de la mezcla de estas dos culturas antiguas. Por un
lado, se mantuvo la forma de toro androcéfalo pero, por otro, se le atribuyó la
función de protector de túmulos.
Dónde estuvo exactamente dentro del edificio funerario, a
quién estaba destinado y cuál era su función son cuestiones que no se han resuelto
del todo y que, quizá, nunca se solucionen. Lo único que sí parece cierto es
que su descubrimiento debió impactar de una manera tan extraordinaria en la zona,
que la población comenzó a utilizar esta interesante figura como objeto de
comparación con la fealdad.
Notas:
(1) Túmulo: Montículo artificial de tierra y de piedra que
generalmente contiene una sepultura.
(2) Bulto redondo: La escultura de bulto redondo es aquella
obra aislada visible desde todos los ángulos y que puede ser rodeada por el
espectador. La escultura de bulto redondo se denomina también exenta. Por su
parte, el medio bulto es un bajo o medio relieve.
(3) Altorrelieve: En escultura, aquella figura, ornamento o
composición que resalte del fondo más de la mitad de su bulto.
(4) Tal como consta
en la ficha del Museo Arqueológico de Madrid.
(5) Etruria: antigua región histórica situada en el centro
de Italia, entre Toscana, Lacio y Umbría.
Más información:
Sobre términos artísticos:
Sobre la Bicha de Balazote:
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