Por Carmen Lacasa Esteban.
Cualquier fiesta o celebración es la excusa
perfecta para preparar una buena comida y disfrutar de ella. En todas las
épocas se han organizado festines de mayor o menor importancia. Los antiguos
egipcios no fueron menos. Quizá, incluso, fueran los primeros gastrónomos de la
historia.
Si bien es cierto que,
como en todas las sociedades, no todos comían igual y que, como sucede con
frecuencia, hay períodos de escasez y períodos de abundancia, en el Egipto
Antiguo no faltaba la comida.
Ello era debido a que la
vida transcurría en la orilla de un río, el Nilo, que proporcionaba todo
aquello que la población necesitaba: agua, necesaria para regar los cultivos y
dar de beber a los animales, peces de diversas especies y también el barro con
el que fabricaban los adobes y construían sus edificaciones.
El Nilo, ese río que
inundaba periódicamente las orillas, era el generador de vida, el medio
de subsistencia de unas gentes que vivían por y para él. Todo llevaba a sus
aguas: el comercio fluvial entre ciudades, el transporte de materiales para
construir los templos y palacios, el paso a la orilla occidental para enterrar
a los difuntos. Un río que era venerado como un dios, Hapy, y que estaba
presente en todos y cada uno de los egipcios. Una inundación insuficiente era
señal de carestía. Gracias a él, las áridas arenas rojizas se colmaban de limo
lleno en nutrientes, un abono natural arrastrado desde las lejanas tierras
de Etiopía, y en el cual los egipcios podían cultivar.
¿Y qué cultivaban? Principalmente cereales, entre los que
destacaban el mijo, el sorgo, la cebada y el trigo, del que conocían siete
tipos diferentes. De todos ellos, la cebada era el cereal estrella. Con
ellos elaboraban los productos base de su alimentación: el pan y la cerveza,
además de ser la moneda con la que se pagaba a los trabajadores del estado.
Para elaborar el pan, molían el cereal sobre piedras areniscas; éstas
solían disgregarse y la arenilla se mezclaba con la harina, convirtiéndola en
algo perjudicial para la dentadura, que se desgastaba rápidamente. La harina se
amasaba sobre mesas con un rodillo de madera. Luego, el pan se cocía
en hornos de arcilla situados en el exterior de las viviendas o en los
patios de las propias casas.
Cocían hasta treinta
tipos de pan diferentes, añadiendo ingredientes diversos, de forma
triangular o circular, y lo comían solo, con aceite y huevos o con miel y
frutas, incluso podían untarlo con mermelada de dátiles.
Para elaborar la cerveza, se usaba la misma harina que para el pan, pero
con un proceso algo diferente. La masa de pan se introducía en el horno
hasta quedar cocida por fuera pero cruda por dentro. Tras esto, se machacaba y
desmigajaba y se mezclaba con levadura y agua en unas tinajas. Se
añadían dátiles y, tras tres días de maceración y fermentación, se
colaba el líquido obtenido y se traspasaba a las correspondientes jarras. Cada jarra
se cerraba con un tapón de arcilla donde se inscribía el tipo de cerveza.
La elaboración de la
cerveza se hacía de forma doméstica, pero también existían obradores
en las grandes ciudades, donde se vendía elaborada y envasada. Podía ser dulce
o amarga, de trigo, de malta, de dátiles y de cebada, que era la más usual.
No pensemos que esta cerveza
era igual que la que bebemos hoy en día. Hace unos años se reprodujo su
elaboración, según indicaciones encontradas en unas pinturas murales, y el
resultado no pudo ser más sorprendente. El brebaje obtenido era oscuro,
denso y ácido, con una concentración de ácido láctico 20 veces superior a
lo normal y una graduación alcohólica de 10º.
Beber cerveza en exceso
estaba mal visto. Incluso existían unas “casas de la cerveza” donde parece ser
que se hacía algo más que beber. Lo asombroso de esto es que los niños también
bebían cerveza, algo más rebajada y a la que se añadía miel. También era usada
en medicina para sanar diversos males intestinales, curar heridas e,
incluso, como antídoto para picaduras de escorpión. Todo un producto básico
para los antiguos egipcios.
Imagen 2. Figuritas de madera ilustrando el proceso de elaboración de la cerveza en el que destaca la especialización del trabajo. |
Las fértiles orillas del
Nilo también servían para cultivar vid. Con ella elaboraban el vino
de uva, que fue el más apreciado por los egipcios, aunque no el único.
También tomaban vino de dátiles, de palma y de granada. Pero el
elaborado con uva era el más caro y estaba reservado únicamente a las
clases más altas.
Las vides se cultivaban
en emparrados y durante la vendimia, los trabajadores recogían los
racimos y los transportaban en cestas hasta el lagar, que podía ser de
arcilla, madera o piedra. La uva era pisada por hombres descalzos que se
amarraban a un armazón para no caer. El líquido salía por un orificio hasta una
vasija; incluso el poso se recogía en sacos que se exprimían para sacar lo
máximo. Luego se envasaba en tinas o en ánforas y se sometía a dos
fermentaciones.
La “denominación de
origen” del vino no es una cuestión novedosa. En el Antiguo Egipto, todas
las ánforas llevaban etiquetas en las que constaba el año de la vendimia,
el tipo y la calidad de la uva, el dominio o lugar de procedencia, el nombre
del propietario de la viña y el año de envasado. Todo un sistema de control que
nada tiene que envidiar a la actual trazabilidad
de los productos alimentarios que comemos.
Existían tres tipos de
vino: blanco, rojo y negro, siendo los más apreciados los del Delta y los
de los oasis de Kharga y Buto. La calidad de un vino podía ser buena, dos veces
buena o tres veces buena.
El vino era considerado “la
bebida de los dioses” y era una ofrenda habitual en los templos. Al tener
un color rojizo, similar al de las aguas del Nilo durante la inundación, fue un
símbolo de poder creativo, el que garantizaba que las riberas del río
florecieran año tras año.
Imagen 3. Elaboración del vino. Pintura en la tumba TT261 de Khaemwaset, en Tebas, 1500 a.C. |
Hay que tener en cuenta
que muchos de los árboles y plantas que aparecen en los papiros no
están identificados, por lo que es difícil saber con exactitud las especies
cultivadas. Pero sí tenemos algunas pistas en lo que se refiere a verduras,
legumbres y frutas.
Cultivaban y comían verduras
y legumbres tales como cebollas, ajos, espárragos, pepinos, puerros, apios
y lechugas; habas, lentejas, guisantes y garbanzos. Las lechugas se
cultivaban en los jardines de las propias casas; era la planta del dios
itifálico Min, ya que habían observado que ponía a los hombres “enamorados” y a las mujeres las hacía “fecundas”. Así que las consumían en
abundancia, comiéndolas crudas y aderezadas con aceite y sal.
En cuanto a las frutas,
tenían dátiles, uvas, higos, melones, sandías y albaricoques; la granada y la
manzana las introdujeron los hiksos durante el Segundo Período Intermedio
(1760-1540 a.C.), así como el olivo. Con las olivas elaboraban aceite para
alumbrarse. La sandía, el melón y el pepino eran frecuentemente
representados en las mesas de ofrendas de las tumbas como alimento para
el difunto.
La carne, aunque abundante, no estaba
destinada a todos por igual. Tan solo las personas con más poder
adquisitivo podían permitirse criar animales y sacrificarlos para su consumo
habitual.
Entre las carnes rojas
estaban, naturalmente, la de los bueyes. Existen numerosas imágenes en
tumbas que detallan la forma en que estos animales eran preparados para el
consumo; animales que eran castrados para que fueran más dóciles y engordaran
más.
Imagen 4. Purificación del buey para el sacrificio en la tumba de Menena. |
También comían cabra, ternero
y, tan solo en una etapa, cerdo. Las élites podían alimentarse con carne de
caza, como orix, gacelas, antílopes y ciervos, que capturaban ayudados por
lebreles. No comían carnero, ya que era un animal asociado a los dioses.
Y luego están las aves,
sobre todo las acuáticas: patos, ocas, palomas, tórtolas, pichones,
grullas (de varias especies), cercetas, gansos (de varias especies) y
codornices. De los avestruces, se consideraba que sus huevos eran
un auténtico manjar.
La carne, si no se
consumía inmediatamente, se conservaba secándola al sol o en salmuera;
algunas piezas se conservaban en su propia grasa a modo de confit e incluso preparaban una especie de foie.
El pescado que consumían podía ser de río o
de mar, ya que el Nilo permitía el comercio de pescado preparado y
envasado para su exportación a otras zonas. Las especies más comidas eran la
carpa, el pez gato, el mújol, el pulpo y la anguila. Estaba prohibido comer
el pez oxirrinco, aquel que según la mitología egipcia se comió el falo de
Osiris. Lo comían braseado o cocido y lo conservaban en salazón, elaborando
incluso una especie de caviar con huevas de mújol.
En la región de Elefantina
se comía cocodrilo, aunque lo más habitual era que fuera por
prescripción facultativa y fines terapéuticos.
Todos estos alimentos
los cocinaban y condimentaban con aceites, especias, hierbas y
frutos secos. Los aceites los extraían de los vegetales que cultivaban y
los usaban también en la fabricación del cuero. Las especias más
sofisticadas eran el sésamo, el cártamo y la mostaza negra; aunque también
utilizaban canela, comino, pimienta, cardamomo, azafrán, sésamo, anís, mostaza,
clavo, perejil, menta, albahaca y tomillo.
Imagen 5. Imagen de la tumba TT217 de Ipuy (Escultor bajo Ramsés II; din. XIX) de Deir el-Medina. |
Para endulzar las
comidas utilizaban miel, producida por “las lágrimas de Ra”, que
es como los egipcios llamaban a las abejas. Existía un oficio especial para los
recolectores de miel, que se alejaban mucho del valle del Nilo en su
búsqueda y eran acompañados por arqueros para protegerlos del peligro.
Aunque también había colmenas en los jardines de las casas. Conservaban la miel
en cuencos de piedra sellados.
En la elaboración de la repostería
utilizaban frutos secos y la endulzaban con miel o jugos de frutas dulces.
La leche era el
alimento de los niños que mamaban hasta los tres años. Hathor, la diosa
vaca, era la diosa nutricia y, por ello, este animal solo se
destinaba a la producción de leche. Aunque no era la única que se consumía;
también bebían leche de oveja, cabra y burra. Y era utilizada tanto para
alimentación como para medicina en diferentes ungüentos y pociones.
Y ahora, ¿os atrevéis a preparar
una comida egipcia para vuestros amigos y familiares? Os propongo un
menú muy sencillo, porque yo no sé cocinar.
De entrantes,
pan tostado
y crujiente con hummus y paté de olivas; y dátiles rellenos con queso cremoso.
De primero,
una ensalada
de garbanzos, lechuga y pepino aderezada con aceite y sal.
De segundo,
ternera con
espárragos y cebollas, bañada con una salsa de frutos secos, y condimentada con
cualquiera de la larga lista de especies que aparecen aquí.
Y de postre,
pastel de
higos secos, nueces y miel.
Todo ello acompañado de
un vino con una buena denominación de origen.
Y, cómo no, de la
compañía de vuestros seres queridos.
Referencias, por si queréis saber más:
Pierre Montet, La
Vida Cotidiana en Egipto en tiempos de los Ramsés (Siglos Xiii-Xii A. C),
1964, Librería Hachette S. A., Buenos Aires.
Luis Otero, Los
primeros gourmets, Muy Especial nº 67, 2004.
Sylvia Medel, El
vino en el antiguo Egipto, Historia National Geographic nº19.
Maite Mascort, La
cerveza en Egipto: alimento y placer, Historia National Geographic nº10
Referencia y atribución de las imágenes:
Imagen 1: «Ramses III
bakery». Publicado bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons.
Imagen 2:
«EMS-89615-Rosecrucian-Egyptian-BeerMaking» de E. Michael Smith Chiefio. Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY
2.5 vía Wikimedia Commons.
Imagen 3: «Ägyptischer Maler um 1500 v. Chr. 001» de
Ägyptischer Maler um 1500 v. Chr. - The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der
Malerei. DVD-ROM, 2002. ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing
GmbH.. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia
Commons.
Imagen 4: Autor: Autor Anónimo,
Fecha: 1554-1304 a.C. Material: Pintura mural.
En ARTEHISTORIA
Imagen 5: «Ipuy shaduf» de Desconocido. Disponible bajo
la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons
Dudo mucho que las clases bajas disfrutaran de tal calidad en su alimentación,mas bien debían conformarse con pan,cebollas,pescado seco y cerveza.todo lo demás estaba fuera de su alcance salvo que consiguieran pescar o cazar, con gran riesgo,algun animal.Recuerda todo era del Dios o del Templo salvo sus ropas y sus vidas miserables.El Antíguo Egipto no era,para nada, una Arcadia feliz.
ResponderEliminarGracias, César, por tu comentario.
EliminarPor supuesto que las clases bajas no tenían tanta variedad alimentaria a su alcance. Este artículo es una generalización bastante resumida. Se alimentaban a base de pan y cerveza, y algún pescado del Nilo. La carne no formaba parte de su comida diaria. Estaba reservada a las altas esferas.