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29 septiembre 2013

EL HOMBRE DE VITRUVIO DE LEONARDO DA VINCI

Por Carmen Lacasa Esteban.  

La figura de un hombre con los brazos en cruz y las piernas abiertas, rodeado por un círculo que, a su vez, envuelve un cuadrado, es uno de los dibujos más conocidos de Leonardo da Vinci, de entre los muchos que realizó con carboncillo o sanguina. 

Se encuentra en los “Cuadernos” que él mismo escribió a lo largo de toda su vida y que son un compendio amplísimo de múltiples disciplinas: anatomía, botánica, paisaje, geografía, ciencias físicas, astronomía, arquitectura, urbanismo, escultura… E inventos de todo tipo: puentes transportables, cañones, carros blindados, máquinas voladoras, etc. Cuadernos de apuntes en los que incluía dibujos y textos explicativos. Una auténtica enciclopedia ilustrada. 

Autora: Carmen Lacasa
 
También son conocidas sus pinturas, cómo no, de la “Mona Lisa” o “Gioconda” y de “La última cena”, fama acrecentada en los últimos tiempos gracias al escritor Dan Brown y su famosa novela “El Código da Vinci”, en la que también aparece “El hombre de Vitruvio” aunque, debo decir, de una forma bastante sangrienta y que produce un tanto de repelús.

Hablar de Leonardo da Vinci es fácil, porque hay múltiples documentos, biografías, artículos o ensayos que nos cuentan de su persona, sus inclinaciones sexuales, su obra y la época en la que vivió. Por eso este escrito no trata de él. El dibujo de “El hombre de Vitruvio” realizado por Leonardo es la excusa perfecta para hablar, precisamente, de Vitruvio.

Vitrubio o Vitruvio (como prefieren los investigadores, ateniéndose al nombre latino original) era un arquitecto romano del siglo I a.C., cuyo nombre pudo haber sido Marcus Vitruvius Pollio, castellanizado como Marco Vitruvio Polión. Desde su nombre que, según el presbítero José Ortiz y Sanz (*), traductor de Vitruvio en 1787, pudo ser Lucio, Marco o Aulo entre otros, hasta su obra “De Architectura” todo es discutido y analizado.

Poco se sabe de la vida de Vitruvio, salvo algunos pequeños apuntes que va insertando en su obra. Coetáneo del emperador Julio César, al que sirvió en calidad de ingeniero militar, escribió su obra en la época del emperador Augusto, que se la patrocinó y le asignó una pensión vitalicia. A él, precisamente, está dedicada “De Architectura”, un compendio de arquitectura conformado por diez libros.

Tampoco se sabe dónde nació, si en Verona, Formia o Fundi, aunque todo indica que pudo ser romano o que al menos se educó en Roma, a la que consideraba su patria. No era conocido por la gente porque según él mismo decía “no era ambicioso ni codicioso en su arte, ni buscador de obras” como los otros arquitectos que había entonces en Roma. El padre de Vitruvio no fue arquitecto, sin embargo cuidó de que aprendiese un arte, que no podía poseer sin el conocimiento de la escritura y otras disciplinas. No debió serle fácil porque los arquitectos que no tenían nombre, fama o fortuna heredada de los antepasados no conseguían hacerse un hueco en la sociedad.

De familia pobre, siempre escaso de dinero, sin ninguna codicia y con buena moral. Aborrecía las diferencias y disputas con sus colegas, que le quitaban los trabajos. Aunque al final, el emperador reconoció sus méritos otorgándole una pensión vitalicia.

Sorprende que en un mundo donde imperaban los “ingenieros de calzadas, acueductos y embalses” destacara un arquitecto. No sabemos si sobresalió o no como tal en su época; tan solo se le conoce una obra: la Basílica de Fano, en Italia. Lo que sí sabemos es que Vitruvio apareció a ojos de nuestra cultura actual en los albores del Renacimiento, cuando se publicó la primera edición impresa de su obra “De Architectura” en Roma en 1488. Existen copias del texto latino datadas con anterioridad al siglo XIII, pero pasaron desapercibidas. La publicación del texto traducido al italiano en el siglo XV, en un momento de transición del Medievo al Renacimiento hizo que “renaciera” la cultura clásica y, más concretamente, la arquitectura.

Fuente imagen: Wikipedia
 
En realidad, Vitruvio no inventó nada; tan solo archivó e inventarió los saberes de la arquitectura que conocía, en la que se incluían muchas referencias a la arquitectura griega, base de la romana. Él mismo consideraba que sus diez libros eran breves y monográficos, destinando los siete primeros a lo que llamó las razones de la arquitectura y los tres restantes a cuestiones varias.

Los libros no tienen título; cada uno de ellos tiene un proemio o prefacio que explica con detalle la materia de la que trata y una serie de capítulos que sí vienen titulados. Auguste Choisy (**), en una edición bilingüe latín/francés de 1909 titulada “Vitruve” pone títulos a los libros. Analizar aquí los diez libros de Arquitectura de Vitruvio es una tarea ardua, complicada y no es el objeto de este escrito. Como curiosidad, he aquí el listado con los títulos de Choisy (en cursiva) y una pequeña reseña del contenido de cada uno.

Libro Primero: Generalidades. Habla de la esencia de la arquitectura, de lo que debe saber el arquitecto, de en qué consiste la arquitectura y de las partes en que se divide; de ejecución de muros defensivos, de replanteos y parcelaciones.

Libro Segundo: Materiales y modo general de empleo. Explica el origen de la arquitectura, el principio de las cosas según los filósofos, las clases de edificación y los materiales de construcción (ladrillo, madera, cal, etc.).

Libro Tercero: El orden jónico. Describe el origen de las medidas de los templos, las columnas jónicas, las cinco clases de templos y su cimentación.

Libro Cuarto: El orden corintio y el orden dórico. Detalla el origen e invención de los órdenes, los ornamentos de las columnas y su origen, el orden dórico, las proporciones en los templos toscanos y cuestiones prácticas referentes a los templos toscanos.

Libro Quinto: Los edificios civiles. El Proemio está dedicado a Pitágoras y el cubo. Describe las disposiciones de los lugares públicos, haciendo especial hincapié en los foros; también habla sobre basílicas, teatros, baños y puertos.

Libro Sexto: Los edificios privados. El Proemio habla de la importancia de la cultura. Y el resto del libro de la domus o vivienda privada.

Libro Séptimo: Las superficies y los revestimientos. El Proemio lo dedica a la escritura y los autores. Y habla sobre acabados y normas para asegurar la belleza y resistencia de superficies y revestimientos.

Libro Octavo: Las aguas. Introduce aquí temas tales como el modo de encontrar el agua, cuáles son las cualidades del agua según las propiedades de los diversos lugares, cómo se conduce el agua y cómo se prueba previamente.

Libro Noveno: La medida del tiempo. Trata sobre razones gnomónicas, es decir, sobre relojes de sol; cómo se proyecta la sombra del gnomon.

Libro Décimo: Las máquinas. Dedicado a los principios de las máquinas tales como catapultas o aparatos de elevación.

En todos los libros, los textos hacen referencia a sus correspondientes dibujos, que debían encontrarse al final de cada libro; pero estos no han llegado hasta nosotros; se han perdido. La primera edición impresa de 1488 ya no los contenía. Así que todas las referencias ilustradas a la obra de Vitruvio han sido realizadas a partir de la lectura de sus escritos. El mismo Ortiz y Sanz incluye láminas dibujadas por él mismo en su traducción.

Fuente imagen: Wikipedia
 
Antes de pasar a describir el dibujo de “El hombre de Vitruvio”, que se engloba dentro del Libro Tercero, hay una curiosa definición, o más bien relación, de los conocimientos que apunta que debía tener un arquitecto en la Roma del siglo I a.C. La traducción del texto de Ortiz y Sanz dice: “(…) el que quiera llamarse arquitecto. Deberá ser ingenioso y aplicado; pues ni el talento sin el estudio, ni éste sin aquel, pueden formar un artífice perfecto. Será instruido en las Buenas Letras, diestro en el Dibujo, hábil en la Geometría, inteligente en la Óptica, instruido en la Aritmética, versado en la Historia, Filósofo, Médico, Jurisconsulto, y Astrólogo.” Impresionante.

Y luego esgrime una serie de razones, tales como: “Conviene que el Arquitecto sea Literato, para poder con escritos asegurar sus estudios en la memoria. Dibujante, para trazar con elegancia las obras que se le ofrecieren. La Geometría (…) principalmente por el uso de la regla y el compás (…) Con la óptica se toman en los edificios las mejores luces y de mejor parte. Por la Aritmética se calculan los gastos de las obras, se notan las medidas, y se resuelven intrincados problemas de proporciones. Sabrá la Historia, porque los Arquitectos ponen muchas veces en los edificios diferentes ornatos, de cuyo origen conviene dar razón a quien la pidiere (…). La Filosofía hace magnánimo al arquitecto y no arrogante, sino flexible, leal y justo: sin avaricia (…). Sabrá la Música para entender las leyes del sonido y las matemáticas (…). Necesita el Arquitecto de la Medicina, para conocer las variedades del cielo, que los griegos llaman climata, las cualidades del aire de las regiones, cuáles sean saludables o pestilentes, y el uso de las aguas (…). Tendrá también noticia del Derecho, por lo que toca al ámbito de goteras y aleros de tejados en las paredes comunes de las casas, a los albañales y a las luces. Deben asimismo los Arquitectos saber las salidas de las aguas (…). Por la Astrología, finalmente, se conoce el oriente (este), occidente (oeste), mediodía (sur) y septentrión (norte) (…).”

Claro que luego aclara que no es necesario que el arquitecto sea experto en todas las artes y ciencias señaladas, sino solo en las que están directamente relacionadas con la arquitectura (como literatura, dibujo o aritmética) y ser conocedor del resto. Lo que no deja de ser un listado considerable.

Como ya he dicho, el dibujo de “El hombre” aparece en el Libro Tercero, dedicado a los templos y al origen de sus medidas. Para reforzar la teoría de que la arquitectura debe tener una organización racional, proporcional y de resultado simétrico (en la cultura clásica la simetría significaba la perfección) toma el ejemplo del cuerpo humano. Tenemos la descripción, pero no la ilustración original, de la que hay varias versiones. Sin embargo, la más conocida, sin duda alguna, es la que realizó Leonardo da Vinci basándose en la lectura que hizo de la obra de Vitruvio.

La imagen está acompañada de texto. El texto, como era habitual en Leonardo, está escrito “al revés”, es decir, empieza a escribir por la derecha y no por la izquierda. He aquí el detalle de los textos escritos en la imagen.
Arriba:
Fuente imagen: Wikipedia

“Vitruvio, el arquitecto, explica en su obra sobre arquitectura que la naturaleza dispone las medidas del cuerpo humano de la siguiente manera: 4 dedos forman 1 palma, 4 palmas son 1 pie, 6 palmas son 1 codo y 4 codos son la altura de un hombre. Y 4 codos forman un paso, y 24 palmas son un hombre. Y estas eran las medidas que usaba en sus edificios. Si abre las piernas de forma que su altura disminuya en ¼ y extiende los brazos, levantándolos hasta que los dedos corazón estén a la altura de la parte superior de su cabeza, el centro de las extremidades extendidas estará en el ombligo y el espacio entre las piernas formará un triángulo equilátero.”
Medio:
Fuente imagen:Wikipedia

“La longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura.”
Abajo:
Fuente imagen: Wikipedia

La distancia entre la raíz del pelo y la punta de la barbilla es una décima parte de la altura de un hombre; entre la barbilla y la parte superior del pecho y la parte superior de la cabeza, una sexta parte. La distancia que hay entre la parte superior del pecho y la raíz del pelo equivale a la séptima parte de la altura de un hombre. La anchura máxima de los hombros equivale a una cuarta parte del hombre. La distancia entre el codo y la punta de la mano es la quinta parte del hombre, y entre el codo y el ángulo de la axila, la octava parte. Toda la mano es una décima parte de su estatura; el inicio de los genitales marca el centro del hombre. Un pie es la séptima parte de la altura de un hombre. La distancia entre la planta del pie y la base de la rodilla es la cuarta parte de la altura de un hombre, y entre la base de la rodilla y el inicio de los genitales también es la cuarta parte. La distancia entre la punta de la barbilla y la nariz, y entre la raíz del pelo y las cejas, es igual en ambos casos, y como la oreja, un tercio de la cara.”

Como se puede comprobar, no hay nada de misterioso, maligno, sectario o similar en este dibujo y texto que lo acompaña. Tan solo se trata de una descripción de las dimensiones de la anatomía humana. La francmasonería se inició en Italia en 1517, con el apoyo de Leonardo, eso sí. El dibujo de “El hombre de Vitruvio” es de 1490. Hay veintisiete años de diferencia. No soy quien para rebatir lo que han estudiado los investigadores, porque mis conocimientos son mínimos. Pero he de reconocer que la imaginación de los novelistas y guionistas es, a veces, la causa de alguna que otra incorrección histórica.

Notas:
(*) El presbítero Joseph Ortiz y Sanz nació en Aielo de Malferit (Valencia) el 5 de septiembre de 1739. Estudió Artes y Filosofía, doctorándose en derecho canónico y civil. Se trasladó a Italia con el objeto de traducir los Diez Libros de arquitectura de Vitruvio. Tradujo también los “Cuatro libros de arquitectura” de Paladio. Entró en la Academia de Historia y trabajó como académico en la Real Academia de San Carlos de Valencia. Murió en Valencia el 21 de diciembre de 1822.
(**) Auguste Choisy, ingeniero francés (1841-1909). También es autor de “L’Art de bâtir chez les Égyptiens”, El Arte de construir en Egipto; El Arte de construir en Roma y El Arte de construir en Bizancio, entre otros.

Bibliografía:
“Los diez libros De Archîtectura de M. Vitruvio Polión”, traducidos del latín y comentados por Don Joseph Ortiz y Sanz, Presbítero, edición de 1787. Imprenta Real de Madrid.  
 “La teoría de la Arquitectura en los tratados. Vitruvio”, de Joaquín Arnau Amo. 1987. Editorial Tebas Flores.
“Cuadernos” de Leonardo da Vinci, edición de H. Anna Smith. 2006 edición española. Editorial Parragon Books Ltd.
http://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Vitruvio  




27 septiembre 2013

CURSO DE EGIPTOLOGÍA ONLINE GRATUITO

Para aquellos interesados en la Egiptología, que quieran iniciarse académicamente en esta parte de la Historia, hay un curso que organiza la Universidad Autónoma de Barcelona a través de la plataforma Coursera.
Coursera es una plataforma de educación englobada dentro de lo que se llama Recursos Educativos Abiertos (REA) que promueven una educación universal, abierta, gratuita y colaborativa entre los participantes. Una educación sin límites.
En casi todos los cursos emiten una constancia de realización que, si bien no tiene validez académica en lo que llamamos créditos universitarios ECTS, sí puede hacer constar que se ha realizado el curso con éxito.
Los profesores son Josep Cervelló y José Lull, ambos especialistas en la materia y que imparten másteres y diplomas universitarios.
El enlace al curso es el siguiente:
https://www.coursera.org/course/egypt
Si os queréis matricular, lo primero que tenéis que hacer es inscribiros en Coursera. Está en inglés, pero no es difícil. Después, os llegará toda la información por correo electrónico.
He de decir que Coursera es una plataforma de REA creada en octubre de 2011 y desarrollada por académicos de la Universidad de Stanford. Os la recomiendo.
Con este curso de Egiptología serán tres los que ya he realizado a través de la plataforma y no descarto hacer alguno más.
Y para aquellos que quieran hacer un Diploma Universitario, os remito a esta entrada del blog: Diploma de Egiptología de la Universitat de Valencia. Este es presencial y la segunda edición incluye, además, temas de arqueología.
http://sabernoestademas.blogspot.com.es/2013/07/diploma-en-egiptologia-de-la.HTML

 
 
 
 

14 septiembre 2013

LEONOR DE AQUITANIA

Cuando miro atrás y contemplo mi larga y tempestuosa vida, me doy cuenta de que gran parte de lo que me ha sucedido –mis triunfos y casi todos mis infortunios- se debe a mis apasionadas relaciones con los hombres. Yo era una mujer que se consideraba igual que ellos –y en muchos aspectos, superior- pero parecía depender de ellos, al mismo tiempo que procuraba ser la parte dominante, actitud que no podía dar como resultado una existencia armoniosa”.
Así comienza el libro “Las Cortes del Amor” de Jean Plaidy (seudónimo de la escritora británica Victoria Holt) y que relata la vida de Leonor de Aquitania a modo de autobiografía, en primera persona.
Este párrafo introductorio podría ser un resumen perfecto de lo que fue su vida. Sin embargo, mucha gente se preguntará quién fue esta mujer. Quizá el nombre de Ricardo Corazón de León sea más conocido. Pues bien, Ricardo fue hijo de Leonor de Aquitania; fue, de hecho, el hijo favorito. 
Leonor de Aquitania (en francés Aliénor d'Aquitaine o Éléonor de Guyenne y en inglés Eleanor of Aquitaine) nació en Poitiers en el año 1122. Hay fuentes que dicen que nació en 1120 y otras que nació en 1124; en definitiva, nació a principios del siglo XII, en plena Edad Media europea. Una época convulsa, de constantes rivalidades por obtener territorios y donde la conspiración y las alianzas (generalmente mediante matrimonios entre herederos de cualquier edad) estaban a la orden del día. Fue reina de Francia y reina de Inglaterra, y tres de sus hijos fueron reyes: Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra y Leonor (casada con Alfonso VIII de Castilla).
Pero para conocer a Leonor de Aquitania, más allá de fechas y hechos históricos, es necesario conocer el ambiente en el que nació y vivió hasta su primer matrimonio; y al que regresó cuando su segundo matrimonio se desmoronó. Aquitania era un inmenso ducado situado al suroeste de la actual Francia, a quien rendía vasallaje, lo que significaba que existía un vínculo de dependencia y fidelidad entre ambos territorios y que se traducía en el pago de tributos del vasallo al señor. Las tierras de Aquitania se extendían desde el río Loira hasta los Pirineos, comprendiendo los territorios de Poitou, La Marca, Auvernia, Périgord, Agenais y Gascuña.
El abuelo de Leonor, Guillermo IX de Aquitania, cuyo sobrenombre era El Trovador, era conocido por ser poeta, rey de trovadores, aventurero y libertino. En su corte predominaba la buena comida, el buen vino y la cultura. Se organizaban veladas en las que participaban acróbatas venidos de todas partes y juglares que cantaban las alabanzas del amor cortés, algo que estaba muy de moda en aquella época. Se hacían veladas de poesía, sobre todo caballeresca, relatando aventuras de uno y otro héroe. Todo este ambiente de cultura y cortesía influyó en la personalidad de la duquesa de Aquitania que, durante toda su vida, promovió las artes y la cultura allá donde vivió.
Quizás fuera debido también a que tuvo una educación más propia de un varón que de una mujer, teniendo en cuenta que hablamos del siglo XII. Su padre, Guillermo X, la instruyó en el arte de leer y escribir (en latín y en su lengua vernácula, el occitano, la “langue d’Oc”), la cetrería, la caza e, incluso, la estrategia militar. También se encargó de que Aquitania solo pudiera ser heredada por sus descendientes directos y que nunca pasase a manos del cónyuge, por lo que la heredera del ducado siempre tendría el poder de sus tierras.
Cuando tenía unos quince años, la casaron con Luis, el que sería el futuro rey Luis VII de Francia, que tenía un año más que ella. Luis no era el primogénito y estaba predestinado al clero, pero la muerte de su hermano lo llevó al trono. Parece ser que Luis VII fue muy devoto durante toda su vida, observando estrictamente los preceptos cristianos establecidos en la época. Todo lo contrario a Leonor que, acostumbrada a vivir un ambiente cortesano liberal, encontró la corte francesa fría y austera; un lugar aburrido y conservador donde no había trovadores ni poesía ni veladas distendidas. Sus intentos por llevar un poco de la cultura provenzal, de copiar el ambiente del que venía, fueron tachados de escandalosos. Llenó la corte con juglares, música, en un intento de proteger y ayudar a la poesía trovadoresca, tal como habían hecho su padre y su abuelo antes que ella.
Pero no solo se dedicó a celebrar veladas y a divertirse. También gobernó personalmente sus territorios; nunca los dejó en manos de sus esposos ni delegó el gobierno en asesores. Nunca se amedrentó a la hora de resolver asuntos políticos, económicos o militares. Era, lo que podría llamarse, una mujer de armas tomar.
El matrimonio con Luis VII nunca fue feliz. Tardaron ocho años en tener descendencia y fue una mujer la que nació, María, que se convertiría en condesa de Champaña. Las desavenencias se hicieron evidentes cuando Leonor apoyó a su hermana Petronila, que se casó con Raúl de Vermandois, primo del rey y ya casado, por lo que se consideraba bígamo. Surgieron conflictos diplomáticos entre Francia y el Vaticano, se produjo una revuelta y una tragedia: hombres de Leonor quemaron una iglesia con gente dentro. Para obtener el perdón de Dios y acallar la conciencia, Luis VII, aconsejado por Bernardo de Claraval, gestó la Segunda Cruzada.
Fue ésta una ocasión idónea, acompañar a su esposo en la Cruzada, que Leonor aprovecharía para reunirse de nuevo con su tío Raimundo de Poitiers, señor de Antioquía. El rey fue incapaz de evitar que Leonor viajar con él; primero, porque sin el apoyo de Aquitania fracasaría la cruzada y segundo porque, a pesar de todo y al parecer, Luis amaba a su mujer y no era capaz de negarle nada. Como tampoco pudo oponerse a que fuera ella quien comandara la expedición y quien decidiera la ruta a seguir.
Una vez en Antioquía, la relación con Raimundo de Poitiers pudo exceder a lo puramente familiar. O al menos, la relación entre ellos fue muy estrecha; siempre estaban juntos, lo que desató los rumores. Esta infidelidad no está confirmada, aunque es cierto que siempre, incluso cuando Leonor era una niña, habían mantenido una relación muy íntima.
Para sacarla de los brazos de su amante, Luis VII secuestró a Leonor y la obligó a volver con él a Francia. De paso por los Estados Vaticanos, el papa Eugenio III hizo de intermediario para una reconciliación, de la que nació la segunda hija, Alix, pero que no fue suficiente para que, primero Leonor y después Luis, pidieran la anulación del matrimonio; anulación que les fue concedida alegando consanguinidad… de cuarto grado.
Su segundo matrimonio no podía quedarse atrás, pues se casó con Enrique Plantagenet, el futuro rey Enrique II de Inglaterra, que era once años menor que ella; Enrique tenía dieciocho y Leonor veintinueve. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida en el siglo XII era de unos cuarenta años, ella era prácticamente una anciana.
Enrique era todo lo contrario a Luis. Impetuoso, dominante, fogoso. Tuvieron ocho hijos, entre los que destacan Ricardo, Leonor y Juan. Ricardo por ser el “Corazón de León”. Leonor por casarse con el rey Alfonso VIII de Castilla y hacer que ese nombre pasara a ser común entre la realeza castellana. Y Juan por ser un “Sin Tierra”, apodo que le viene por haber sido el que menos tierras heredó de su padre en el reparto que Enrique II tuvo que hacer en vida forzado por sus propios hijos.
Más o menos en la época en la que nació Juan, el pequeño, cuando Leonor tenía cuarenta y cinco años, ésta descubrió que su marido le era infiel con Rosamunda de Clifford. Y que no era una relación casual, sino que era la amante oficial con la que había tenido dos hijos. Es entonces cuando decidió trasladarse de nuevo a su hogar, a Aquitania, en concreto a Poitiers, llevándose consigo a todos sus hijos, excepto al mayor fallecido en la infancia y a Matilde, recién casada. Su hija María de Champaña también se trasladó a vivir con ella.
Fue en esa época cuando Leonor volvió a recrear la corte que conoció cuando niña. Ejerció una gran influencia sobre la literatura de la época como mecenas y protectora de trovadores. Músicos, poetas e intelectuales, como Chrétien de Troyes o André Le Chapelain (autor del tratado sobre amor cortés más famoso) empezaron a llenar la corte de Poitiers. Incluso Ricardo cultivó la poesía. También hubo mujeres en la corte que cultivaron las letras, entre las que se incluye su hija María de Champaña y María de Francia, primera poetisa en lengua francesa.
La corte de Leonor pudo ser un espacio principalmente femenino, bajo la autoridad de Leonor de Aquitania y de María. El amor cortés floreció en esta corte de autoridad femenina, donde predominaba la actividad poética, la lírica caballeresca, la libertad de expresión femenina, el respeto, la ausencia de violencia y el ritual del cortejo con palabras, alejándose de la visión patriarcal en la que prevalece el dominio de la fuerza.
Estando en Poitiers, apoya a sus hijos Enrique, Godofredo y Ricardo, en una rebelión contra su padre, que fracasó, lo que llevó a Enrique II a encerrarla, primero en Chinon y después en Salisbury, durante dieciséis años; encierro del que salió a la muerte de Enrique. Durante su encarcelamiento murieron sus hijos Enrique (el heredero al trono), Matilde y Godofredo, siendo entonces el sucesor al trono de Inglaterra su hijo preferido, Ricardo.
Cuando Ricardo ocupó el trono, Leonor de Aquitania se convirtió en regente del llamado imperio angevino, formado a partir de su matrimonio con Enrique II y que se extendía desde Escocia hasta Pirineos, durante los largos períodos en los que Ricardo estuvo fuera del país. Cuando volvió definitivamente de la Tercera Cruzada, Leonor se retiró a la Abadía de Fontevrault, donde residió hasta su muerte.
No cabe duda de que Ricardo fue el hijo predilecto de Leonor. Creció junto a su madre en una corte rodeada de poetas, de trovadores que cantaban al amor y los placeres, de nobles y damas apasionados por la moda del amor cortés. Ambos eran entusiastas de la cultura provenzal, compartían los mismos gustos en cuanto a comida, poesía y hombres. Está documentado que Ricardo Corazón de León tenía preferencia por los hombres, lo que no le imposibilitó en algún momento relacionarse con mujeres e incluso engendrar un hijo bastardo.
Esta predilección por Ricardo no impidió, sin embargo, que a la muerte de éste, Leonor saliera de su retiro para apoyar a su hijo Juan como rey de Inglaterra en detrimento de su nieto Arturo de Bretaña, hijo póstumo de Godofredo al que no conocía.
Su última gestión como mujer poderosa e influyente que fue, la realizó con ochenta años. Viajó a Castilla para escoger, de entre sus nietas, a la esposa del futuro rey de Francia. La elegida fue Blanca, hija de Leonor y de Alfonso VIII de Castilla. El esposo era Luis VIII, hijo de Felipe Augusto, habido del segundo matrimonio de Luis VII, el que fuera el primer esposo de Leonor.
Murió con ochenta y dos años de edad en la Abadía de Fontevrault y fue sepultada allí mismo junto a su esposo Enrique y su hijo Ricardo que es quien ocupa el puesto de honor junto a su madre.
No hay que hacer caso del estereotipo erótico que circuló a finales de la Edad Media en los que se decía que Leonor era la esencia de la lujuria y de la belleza hechicera. Estereotipo repetido a lo largo de la historia cuando una mujer destacaba por encima de los hombres.
Leonor de Aquitania fue una mujer con un poder enorme que utilizó para adquirir y mantener la independencia cultural y ser inspiradora de la renovación cultural del siglo XII. Fue reina dos veces y madre de tres reyes. Siempre buscó la forma de vivir la vida que quería y no la que le imponían.

Cronología:
1122: Leonor de Aquitania nace en Poitiers, hija primogénita de Guillermo X y de Aenor de Châtellerault.
1130: A la muerte de su hermano Guillermo, se convierte en heredera del ducado de Aquitania.
1137, 9 de abril: Muere Guillermo X, pasando Leonor a ser la nueva duquesa de Aquitania.
1137, 4 de julio: Contrae matrimonio con el heredero al trono de Francia, el futuro Luis VII.
1137: Luis VII sube al trono y con él Leonor.
1145: Nace María, futura condesa de Champaña.
1147: Luis VII y Leonor de Aquitania parten para la Segunda Cruzada, promovida por Bernardo de Claraval.
1148-49: Se relaciona íntimamente a Leonor de Aquitania con su tío Raimundo de Poitiers, romance que tendría lugar en Antioquía, ciudad de la que Raimundo era el Señor.
1151: Nace Alix, segunda hija del matrimonio y futura condesa de Blois.
1152, 21 de marzo: Luis VII y Leonor de Aquitania consiguen la anulación del matrimonio, basándose en la consanguinidad de los cónyuges.
1152, 18 de mayo: Se casa con el heredero al trono inglés, el futuro Enrique II.
1153-1166: Nacen los ocho hijos del matrimonio:
- Guillermo 1153-1156, conde de Poitiers, falleció siendo un niño.
- Enrique 1155-1183, duque de Normandía y conde de Anjou.
- Matilde 1156-1189, casada con Enrique el León, duque de Baviera, Sajonia y Brunswick.
- Ricardo 1157-1199, conocido como Ricardo Corazón de León, sucesor de Enrique II e hijo predilecto de Leonor de Aquitania.
- Godofredo 1158-1186, conde de Anjou y duque de Bretaña por su matrimonio.
- Leonor 1162-1214, casada don Alfonso VIII, rey de Castilla.
- Juana 1165-1199, casada primero con Guillermo II  El Bueno, rey de Sicilia, y luego con Raimundo VI, conde de Tolosa.
- Juan 1166-1216, sucesor de Ricardo Corazón de León, conocido como Juan Sin Tierra.
1165-1166: Leonor se entera de la infidelidad de su esposo con Rosamunda de Clifford y se traslada de nuevo a la corte de Aquitania, a Poitiers, junto a sus hijos.
1173: Leonor ayudó en la rebelión de tres de sus hijos (Enrique, Ricardo y Godofredo) contra su padre, el rey Enrique II.
1173-1189: Arresto de Leonor de Aquitania, acusada de conspiración, en Chinon y en Salisbury.
1189: Muerte de Enrique II y coronación de Ricardo como rey de Inglaterra.
1189-1194: Leonor ocupa la regencia durante el tiempo que Ricardo Corazón de León participó en la Tercera Cruzada.
1194: Tras la vuelta de Ricardo de la Tercera Cruzada, Leonor se retiró a la Abadía de Fontevrault.
1199: A la muerte de Ricardo Corazón de León, Leonor ayudó a su hijo Juan Sin Tierra a ocupar el trono de Inglaterra frente al otro pretendiente, Arturo de Bretaña.
1200: viaja a Castilla y escoge a su nieta Blanca  como esposa del futuro rey de Francia Luis VIII.
1204, 1 de abril (o 31 de marzo, depende de las fuentes): muere en la Abadía de Fontevrault, donde fue sepultada junto a su esposo Enrique y su hijo Ricardo.
Bibliografía:
“Ricardo Corazón de León, el rey caballero”, de Cristina Segura, publicado en la revista Historia de National Geographic, nº 10.
“Ricardo Corazón de León”, de José Luis Corral, publicado en la revista Historia de National Geographic, nº 82.
Lecturas recomendadas: “Las cortes del Amor” de Jean Plaidy, seudónimo de Victoria Holt.
 
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