Por Carmen Lacasa Esteban.
La figura de un hombre
con los brazos en cruz y las piernas abiertas, rodeado por un círculo que, a su
vez, envuelve un cuadrado, es uno de los dibujos más conocidos de Leonardo da
Vinci, de entre los muchos que realizó con carboncillo o sanguina.
Se encuentra
en los “Cuadernos” que él mismo escribió a lo largo de toda su vida y que son
un compendio amplísimo de múltiples disciplinas: anatomía, botánica, paisaje,
geografía, ciencias físicas, astronomía, arquitectura, urbanismo, escultura… E
inventos de todo tipo: puentes transportables, cañones, carros blindados,
máquinas voladoras, etc. Cuadernos de apuntes en los que incluía dibujos y
textos explicativos. Una auténtica enciclopedia ilustrada.
Autora: Carmen Lacasa
También son conocidas sus
pinturas, cómo no, de la “Mona Lisa” o “Gioconda” y de “La última cena”, fama
acrecentada en los últimos tiempos gracias al escritor Dan Brown y su famosa
novela “El Código da Vinci”, en la que también aparece “El hombre de Vitruvio”
aunque, debo decir, de una forma bastante sangrienta y que produce un tanto de
repelús.
Hablar de Leonardo da
Vinci es fácil, porque hay múltiples documentos, biografías, artículos o
ensayos que nos cuentan de su persona, sus inclinaciones sexuales, su obra y la
época en la que vivió. Por eso este escrito no trata de él. El dibujo de “El
hombre de Vitruvio” realizado por Leonardo es la excusa perfecta para hablar,
precisamente, de Vitruvio.
Vitrubio o Vitruvio (como
prefieren los investigadores, ateniéndose al nombre latino original) era un
arquitecto romano del siglo I a.C., cuyo nombre pudo haber sido Marcus
Vitruvius Pollio, castellanizado como Marco Vitruvio Polión. Desde su nombre
que, según el presbítero José Ortiz y Sanz (*), traductor de Vitruvio en 1787,
pudo ser Lucio, Marco o Aulo entre otros, hasta su obra “De Architectura” todo
es discutido y analizado.
Poco se sabe de la vida
de Vitruvio, salvo algunos pequeños apuntes que va insertando en su obra.
Coetáneo del emperador Julio César, al que sirvió en calidad de ingeniero militar,
escribió su obra en la época del emperador Augusto, que se la patrocinó y le
asignó una pensión vitalicia. A él, precisamente, está dedicada “De
Architectura”, un compendio de arquitectura conformado por diez libros.
Tampoco se sabe dónde
nació, si en Verona, Formia o Fundi, aunque todo indica que pudo ser romano o
que al menos se educó en Roma, a la que consideraba su patria. No era conocido
por la gente porque según él mismo decía “no
era ambicioso ni codicioso en su arte, ni buscador de obras” como los otros
arquitectos que había entonces en Roma. El padre de Vitruvio no fue arquitecto,
sin embargo cuidó de que aprendiese un arte, que no podía poseer sin el
conocimiento de la escritura y otras disciplinas. No debió serle fácil porque
los arquitectos que no tenían nombre, fama o fortuna heredada de los
antepasados no conseguían hacerse un hueco en la sociedad.
De familia pobre, siempre
escaso de dinero, sin ninguna codicia y con buena moral. Aborrecía las diferencias
y disputas con sus colegas, que le quitaban los trabajos. Aunque al final, el
emperador reconoció sus méritos otorgándole una pensión vitalicia.
Sorprende que en un mundo
donde imperaban los “ingenieros de calzadas, acueductos y embalses” destacara
un arquitecto. No sabemos si sobresalió o no como tal en su época; tan solo se
le conoce una obra: la Basílica de Fano, en Italia. Lo que sí sabemos es que Vitruvio
apareció a ojos de nuestra cultura actual en los albores del Renacimiento,
cuando se publicó la primera edición impresa de su obra “De Architectura” en
Roma en 1488. Existen copias del texto latino datadas con anterioridad al siglo
XIII, pero pasaron desapercibidas. La publicación del texto traducido al
italiano en el siglo XV, en un momento de transición del Medievo al
Renacimiento hizo que “renaciera” la cultura clásica y, más concretamente, la arquitectura.
Fuente imagen: Wikipedia
En realidad, Vitruvio no inventó
nada; tan solo archivó e inventarió los saberes de la arquitectura que conocía,
en la que se incluían muchas referencias a la arquitectura griega, base de la
romana. Él mismo consideraba que sus diez libros eran breves y monográficos,
destinando los siete primeros a lo que llamó las razones de la arquitectura y los tres restantes a cuestiones
varias.
Los libros no tienen título;
cada uno de ellos tiene un proemio o prefacio que explica con detalle la
materia de la que trata y una serie de capítulos que sí vienen titulados. Auguste
Choisy (**), en una edición bilingüe latín/francés de 1909 titulada “Vitruve” pone
títulos a los libros. Analizar aquí los diez libros de Arquitectura de Vitruvio
es una tarea ardua, complicada y no es el objeto de este escrito. Como
curiosidad, he aquí el listado con los títulos de Choisy (en cursiva) y una
pequeña reseña del contenido de cada uno.
Libro Primero: Generalidades. Habla de la esencia de la
arquitectura, de lo que debe saber el arquitecto, de en qué consiste la
arquitectura y de las partes en que se divide; de ejecución de muros defensivos,
de replanteos y parcelaciones.
Libro Segundo: Materiales y modo general de empleo.
Explica el origen de la arquitectura, el principio de las cosas según los
filósofos, las clases de edificación y los materiales de construcción
(ladrillo, madera, cal, etc.).
Libro Tercero: El orden jónico. Describe el origen de
las medidas de los templos, las columnas jónicas, las cinco clases de templos y
su cimentación.
Libro Cuarto: El orden corintio y el orden dórico.
Detalla el origen e invención de los órdenes, los ornamentos de las columnas y
su origen, el orden dórico, las proporciones en los templos toscanos y
cuestiones prácticas referentes a los templos toscanos.
Libro Quinto: Los edificios civiles. El Proemio está
dedicado a Pitágoras y el cubo. Describe las disposiciones de los lugares
públicos, haciendo especial hincapié en los foros; también habla sobre basílicas,
teatros, baños y puertos.
Libro Sexto: Los edificios privados. El Proemio habla
de la importancia de la cultura. Y el resto del libro de la domus o vivienda privada.
Libro Séptimo: Las superficies y los revestimientos. El
Proemio lo dedica a la escritura y los autores. Y habla sobre acabados y normas
para asegurar la belleza y resistencia de superficies y revestimientos.
Libro Octavo: Las aguas. Introduce aquí temas tales
como el modo de encontrar el agua, cuáles son las cualidades del agua según las
propiedades de los diversos lugares, cómo se conduce el agua y cómo se prueba
previamente.
Libro Noveno: La medida del tiempo. Trata sobre razones
gnomónicas, es decir, sobre relojes de sol; cómo se proyecta la sombra del
gnomon.
Libro Décimo: Las máquinas. Dedicado a los principios
de las máquinas tales como catapultas o aparatos de elevación.
En todos los libros, los
textos hacen referencia a sus correspondientes dibujos, que debían encontrarse
al final de cada libro; pero estos no han llegado hasta nosotros; se han
perdido. La primera edición impresa de 1488 ya no los contenía. Así que todas
las referencias ilustradas a la obra de Vitruvio han sido realizadas a partir
de la lectura de sus escritos. El mismo Ortiz y Sanz incluye láminas dibujadas
por él mismo en su traducción.
Fuente imagen: Wikipedia
Antes de pasar a
describir el dibujo de “El hombre de Vitruvio”, que se engloba dentro del Libro
Tercero, hay una curiosa definición, o más bien relación, de los conocimientos
que apunta que debía tener un arquitecto en la Roma del siglo I a.C. La
traducción del texto de Ortiz y Sanz dice: “(…)
el que quiera llamarse arquitecto. Deberá ser ingenioso y aplicado; pues ni el
talento sin el estudio, ni éste sin aquel, pueden formar un artífice perfecto.
Será instruido en las Buenas Letras, diestro en el Dibujo, hábil en la
Geometría, inteligente en la Óptica, instruido en la Aritmética, versado en la
Historia, Filósofo, Médico, Jurisconsulto, y Astrólogo.” Impresionante.
Y luego esgrime una serie
de razones, tales como: “Conviene que el
Arquitecto sea Literato, para poder con escritos asegurar sus estudios en la
memoria. Dibujante, para trazar con elegancia las obras que se le ofrecieren.
La Geometría (…) principalmente por el uso de la regla y el compás (…) Con la
óptica se toman en los edificios las mejores luces y de mejor parte. Por la
Aritmética se calculan los gastos de las obras, se notan las medidas, y se
resuelven intrincados problemas de proporciones. Sabrá la Historia, porque los
Arquitectos ponen muchas veces en los edificios diferentes ornatos, de cuyo
origen conviene dar razón a quien la pidiere (…). La Filosofía hace magnánimo
al arquitecto y no arrogante, sino flexible, leal y justo: sin avaricia (…). Sabrá
la Música para entender las leyes del sonido y las matemáticas (…). Necesita el
Arquitecto de la Medicina, para conocer las variedades del cielo, que los
griegos llaman climata, las cualidades del aire de las regiones, cuáles sean
saludables o pestilentes, y el uso de las aguas (…). Tendrá también noticia del
Derecho, por lo que toca al ámbito de goteras y aleros de tejados en las
paredes comunes de las casas, a los albañales y a las luces. Deben asimismo los
Arquitectos saber las salidas de las aguas (…). Por la Astrología, finalmente,
se conoce el oriente (este),
occidente (oeste), mediodía (sur) y septentrión (norte) (…).”
Claro que luego aclara
que no es necesario que el arquitecto sea experto en todas las artes y ciencias
señaladas, sino solo en las que están directamente relacionadas con la
arquitectura (como literatura, dibujo o aritmética) y ser conocedor del resto.
Lo que no deja de ser un listado considerable.
Como ya he dicho, el
dibujo de “El hombre” aparece en el Libro Tercero, dedicado a los templos y al
origen de sus medidas. Para reforzar la teoría de que la arquitectura debe
tener una organización racional, proporcional y de resultado simétrico (en la
cultura clásica la simetría significaba la perfección) toma el ejemplo del
cuerpo humano. Tenemos la descripción, pero no la ilustración original, de la
que hay varias versiones. Sin embargo, la más conocida, sin duda alguna, es la
que realizó Leonardo da Vinci basándose en la lectura que hizo de la obra de
Vitruvio.
La imagen está acompañada
de texto. El texto, como era habitual en Leonardo, está escrito “al revés”, es
decir, empieza a escribir por la derecha y no por la izquierda. He aquí el
detalle de los textos escritos en la imagen.
Arriba:
Fuente imagen: Wikipedia
“Vitruvio, el arquitecto, explica en su obra
sobre arquitectura que la naturaleza dispone las medidas del cuerpo humano de
la siguiente manera: 4 dedos forman 1 palma, 4 palmas son 1 pie, 6 palmas son 1
codo y 4 codos son la altura de un hombre. Y 4 codos forman un paso, y 24
palmas son un hombre. Y estas eran las medidas que usaba en sus edificios. Si abre
las piernas de forma que su altura disminuya en ¼ y extiende los brazos,
levantándolos hasta que los dedos corazón estén a la altura de la parte
superior de su cabeza, el centro de las extremidades extendidas estará en el
ombligo y el espacio entre las piernas formará un triángulo equilátero.”
Medio:
Fuente imagen:Wikipedia
“La longitud de los brazos extendidos de un
hombre es igual a su altura.”
Abajo:
Fuente imagen: Wikipedia
“La distancia entre la raíz del pelo y la
punta de la barbilla es una décima parte de la altura de un hombre; entre la
barbilla y la parte superior del pecho y la parte superior de la cabeza, una
sexta parte. La distancia que hay entre la parte superior del pecho y la raíz
del pelo equivale a la séptima parte de la altura de un hombre. La anchura
máxima de los hombros equivale a una cuarta parte del hombre. La distancia
entre el codo y la punta de la mano es la quinta parte del hombre, y entre el
codo y el ángulo de la axila, la octava parte. Toda la mano es una décima parte
de su estatura; el inicio de los genitales marca el centro del hombre. Un pie
es la séptima parte de la altura de un hombre. La distancia entre la planta del
pie y la base de la rodilla es la cuarta parte de la altura de un hombre, y
entre la base de la rodilla y el inicio de los genitales también es la cuarta
parte. La distancia entre la punta de la barbilla y la nariz, y entre la raíz
del pelo y las cejas, es igual en ambos casos, y como la oreja, un tercio de la
cara.”
Como se puede comprobar,
no hay nada de misterioso, maligno, sectario o similar en este dibujo y texto
que lo acompaña. Tan solo se trata de una descripción de las dimensiones de la
anatomía humana. La francmasonería se inició en Italia en 1517, con el apoyo de
Leonardo, eso sí. El dibujo de “El hombre de Vitruvio” es de 1490. Hay veintisiete
años de diferencia. No soy quien para rebatir lo que han estudiado los investigadores,
porque mis conocimientos son mínimos. Pero he de reconocer que la imaginación
de los novelistas y guionistas es, a veces, la causa de alguna que otra
incorrección histórica.
Notas:
(*) El presbítero Joseph
Ortiz y Sanz nació en Aielo de Malferit (Valencia) el 5 de septiembre de 1739.
Estudió Artes y Filosofía, doctorándose en derecho canónico y civil. Se
trasladó a Italia con el objeto de traducir los Diez Libros de arquitectura de
Vitruvio. Tradujo también los “Cuatro libros de arquitectura” de Paladio. Entró
en la Academia de Historia y trabajó como académico en la Real Academia de San
Carlos de Valencia. Murió en Valencia el 21 de diciembre de 1822.
(**) Auguste Choisy,
ingeniero francés (1841-1909). También es autor de “L’Art de bâtir chez les
Égyptiens”, El Arte de construir en Egipto; El Arte de construir en Roma y El
Arte de construir en Bizancio, entre otros.
Bibliografía:
“Los diez libros De
Archîtectura de M. Vitruvio Polión”, traducidos del latín y comentados por Don
Joseph Ortiz y Sanz, Presbítero, edición de 1787. Imprenta Real de Madrid.
“La teoría de la Arquitectura en los tratados.
Vitruvio”, de Joaquín Arnau Amo. 1987. Editorial Tebas Flores.
“Cuadernos” de Leonardo
da Vinci, edición de H. Anna Smith. 2006 edición española. Editorial Parragon
Books Ltd.
http://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Vitruvio
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